Mujer de ojos tristes
Óleo sobre lienzo
Mónica Fernández Berlanga (México, 1978).
I will tell you all. I
will conceal nothing.
When I was three, a little child read a story about a rabbit
who died, in the story, and I crawled under a chair :
a pink rabbit : it was my birthday, and a
candle
burnt a sore spot on my finger, and I was told to be happy.
:
Oh, grow to know me. I am not
happy. I will be open:
Now I
am thinking of white sails against a sky like music,
like glad horns blowing, and birds tilting, and an arm about me.
There was one I loved, who wanted to live, sailing.
:
Speak to me. Take my
hand. What are you now?
When I was nine, I was fruitily sentimental,
fluid : and my widowed aunt played Chopin,
and I bent my head on the painted woodwork, and wept.
I want now to be close to you. I
would
link the minutes of my days close, somehow, to your days.
:
I am not happy. I will be open.
I have liked lamps in evening corners, and quiet poems.
There has been fear in my
life. Sometimes I
speculate
On what a tragedy his life was, really.
:
Take my hand. Fist my
mind in your hand. What
are you now?
When I was fourteen, I had dreams of suicide,
and I stood at a
steep window, at sunset, hoping toward death :
if the light had not melted clouds and plains to beauty,
if light had not transformed that day, I would have leapt.
I am unhappy. I am
lonely. Speak to me.
:
I will be open. I think
he never loved me:
He loved the bright beaches, the little lips of foam
that ride small waves, he loved the veer of gulls:
he said with a gay mouth: I love
you. Grow to know me.
:
What are you now? If we
could touch one another,
if these our separate entities could come to grips,
clenched like a Chinese puzzle . . . yesterday
I stood in a crowded street that was live with people,
and no one spoke a word, and the morning shone.
Everyone silent, moving. . . . Take my
hand. Speak to me.
Habla.
Tómame de la mano. ¿Qué eres tú ahora?
Te diré
todo. No ocultaré nada.
Cuando yo
tenía tres años, un niñito leyó la historia de un conejo
que moría,
en la historia, y yo me oculté debajo de una silla;
un conejo
rosado: era mi cumpleaños, y la llama de una vela
me quemó
dolorosamente en un dedo, y me dijeron que fuera feliz.
Oh, trata de
conocerme. No soy feliz. Seré sincera:
ahora pienso
en velas blancas contra un cielo como música,
como alegres
cuernos de caza, y pájaros levantando vuelo, y un brazo rodeándome.
Hubo alguien
a quien amé, que quería vivir, navegando.
Habla.
Tómame de la mano. ¿Qué eres tú ahora?
A los nueve
años fui gozosamente sentimental,
fluída: y mi
tía viuda tocaba Chopin,
y yo
inclinaba mi cabeza sobre la madera trabajada y pintada, y lloraba.
Ahora quiero
estar a tu lado. Me gustaría
unir de
algún modo los minutos de mis días con tus días.
No soy
feliz. Seré sincera.
He amado los
focos de las esquinas del atardecer, y calmos poemas.
Ha habido
temor en mi vida. Algunas veces medito
sobre qué
tragedia fue mi vida, realmente.
Tómame de la
mano. Aprieta mi mente en el puño de tu mano. ¿Qué eres tú ahora?
A los
catorce años tenía sueños suicidas,
y me estaba
junto a una alta ventana, al atardecer, esperando la muerte:
si la luz no
hubiera disuelto nubes y llanuras en belleza,
si la luz no
hubiese transformado ese día, hubiese dado el salto.
Soy
desdichada. Estoy sola. Háblame.
Seré
sincera. Creo que él nunca me amó:
amaba las
playas luminosas, los labios de espuma
sobre las
pequeñas olas, amaba el vuelo de las gaviotas.
Alegremente
decía: Te amo. Trata de conocerme.
¿Qué eres tú
ahora? Si pudiéramos tocarnos,
si estas
nuestras separadas entidades pudieran estrecharse,
compenetrarse
como las piezas de un rompecabezas chino... ayer
me encontré
en una calle atestada, viva de gente,
y nadie
decía una palabra, y la mañana brillaba.
Todos, en
silencio, en movimiento... Tómame de la mano. Háblame.
Traducción: Alberto Girri
Muriel Rukeyser (Estados
Unidos, 1913 – 1980).
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