Pintura y poesía

Pintura y poesía

jueves, 31 de agosto de 2017

Pablo Neruda. Soneto LXVI (De Cien Sonetos de amor)

Picnic (2001)
Fernando Botero (Colombia, 1932)
Óleo sobre tela
Complejo del Victoriano, Roma Italia.

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

De Cien Sonetos de Amor (1959)

Pablo Neruda (Chile, 1904 - 1973).


1971

miércoles, 30 de agosto de 2017

Miguel Hernández. Hijo de la luz y de la sombra III. (Hijo de la luz y la sombra).

La felicidad de los padres (1903)
Jean-Eugène Buland (Francia, 1852 – 1926)
Óleo sobre lienzo

Tejidos en el alba, grabados, dos panales
no pueden detener la miel en los pezones.
Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
luchan y se atropellan con blancas efusiones.

Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.

Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían que grabada llevo allí tu figura.

Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.

Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
laten junto a los vivos de una manera terca.
Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.

Haremos de este hijo generador sustento,
y hará de nuestra carne materia decisiva
donde asienten su alma, las manos y el aliento,
las hélices circulen, la agricultura viva.

Él hará que esta vida no caiga derribada,
pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
que de nuestras dos bocas hará una sola espada
y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.

No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.

Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.


De Cancionero y romancero de ausencias (escrito en prisión entre 1938 y 1941; publicado póstumamente en 1958). 

Miguel Hernández (España, 1910 – 1942). 

martes, 29 de agosto de 2017

Miguel Hernández. Hijo de la luz y de la sombra II (Hijo de la luz).

Detalle de Las tres edades de la mujer (1905)
Gustav Klimt (Austria, 1862 - 1918)
Óleo sobre tela
Galería Nacional De Arte Moderno, Roma, Italia. 

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
recibes entornadas las horas de tu frente.
Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

Centro de claridades, la gran hora te espera
en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa:
te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
colocando en el centro de la luz nuestra casa.

La noche desprendida de los pozos oscuros,
se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
que se rasgan contigo como pétreas matrices.

La gran hora del parto, la más rotunda hora:
estallan los relojes sintiendo tu alarido,
se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

El hijo fue primero sombra y ropa cosida
por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
Con sombras y con ropas anticipó su vida,
con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo.
Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

Hablo, y el corazón me sale en el aliento.
Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.


De Cancionero y romancero de ausencias (escrito en prisión entre 1938 y 1941; publicado póstumamente en 1958). 

Miguel Hernández (España, 1910 – 1942). 

lunes, 28 de agosto de 2017

Miguel Hernández. Hijo de la luz y de la sombra I (Hijo de la sombra).

Esperanza II (1908). 
Gustav Klimt (Austria, 1862 - 1918)
Óleo, oro y platino sobre lienzo
Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), Nueva York, Estados Unidos. 

Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada del sol adonde quieres,
con un sólido impulso, con una luz suprema,
cumbre de las montañas y los atardeceres.

Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.

Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.

El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.


De Cancionero y romancero de ausencias (escrito en prisión entre 1938 y 1941; publicado póstumamente en 1958). 

Miguel Hernández (España, 1910 – 1942). 

domingo, 27 de agosto de 2017

Wislawa Szymborska. Discurso en el depósito de objetos perdidos.

Composición VII (1913)
Vasili Kandinski (Rusia/Francia, 1866 - 1944)
Óleo sobre lienzo
Galería Estatal Tretjakov, Moscú, Federación Rusa.

Perdí algunas diosas en el camino de sur a norte,
y también muchos dioses en el camino de este a oeste.
Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo.
Se me hundió en el mar una isla, otra.
Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras,
quién trae mi piel, quién vive en mi concha.
Mis hermanos murieron cuando me arrastré a la orilla
y sólo algún huesito celebra en mí ese aniversario.
Salté de mi pellejo, perdí vértebras y piernas,
me alejé de mis sentidos muchísimas veces.
Desde hace mucho cerré mi tercer ojo ante todo esto,
me despedí de todo con la aleta, me encogí de ramas.

Se esfumó, se perdió, se dispersó a los cuatro vientos.
Yo misma me sorprendo de mí misma, de lo poco que quedó
de mí:
un individuo aislado, del género humano por ahora,
que sólo perdió su paraguas ayer en el tranvía.

De Si acaso, 1978.

Traducción: Gerardo Beltrán

Wislawa Szymborska (Polonia, 1923-2012).

sábado, 26 de agosto de 2017

Rabindranath Tagore (রবীন্দ্রনাথ ঠাকুর). El último trato.

Buscando mariscos (1905)
Joaquín Sorollla y Bastidas (España, 1863 – 1923)
Óleo sobre lienzo

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, 
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
"¡Me vendo!", grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte." Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: "Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
"Te compro con mi sonrisa." Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
"Puedo comprarte con nada." Desde que hice este trato jugando, soy libre.

Traducción: Zenobia Camprubi Aymar.


Rabindranath Tagore (India, 1861 – 1941).

1913

viernes, 25 de agosto de 2017

Carmen Berenguer . Ahora.

Mujer escribiendo
Detalle de Dama escribiendo una carta y su sirvienta (1670)
Johannes Vermeer (Países Bajos, 1632 - 1675)
Galería nacional de Irlanda, Dublín, Irlanda). 

mi apreciada realización es ir hacia el poema que aguarda sutil
surge ese pedazo de material que nos quedó extraviado en algún hueco del armario será este recorrido extraordinario si llego a encontrarlo
aquí está latente la palabra que se nos había escapado al construirlo
quizá ya nada sea de igual modo y no lo es por cierto aquello quedó así
y nos guarecimos como pudimos y aquello nos recorrió el espinazo lo sentimos juntos escalofrío y miré mi plantación de cardenales rojos han sobrevivido tres esperando el agua y la noche fría siempre fría y nada de esto era y es realmente importante
la noche llega llegan los amigos y ahí están las ensaladas todas ellas con frutas manzanas pan rallado ajo gajos dulces y pequeños acariciando las espinacas ese contraste de colores verde rojo verde en el tiempo finalmente el párpado se achica y es apreciado el encuentro
hace un tantito   
qué hay de extraño en la planicie de la cama el plisado de las sábanas
qué hay de entumecido el resto que ha quedado guardado allí
si yo lo he palpado noche a noche
podría decir lo mismo del amor que nos guardamos del amor que nos guarece
ayer me hablaste fuerte y te lo hice saber que ya no me quieres ahora vieja
podrás requererme sin la paciencia  ahora cuando la pasión está despierta
y la serie de cactus se propaga como locuaces ardides y le crecen flores entre las espinas y voy viendo una nueva variante ramificaciones y túneles en la misma ventana huésped del tiempo transitado como una oruga arrastrando el paso a paso
nada de reverberaciones
ahí sola en el tiempo nada vociferante demasiado ruido ambiental
en una longitud mínima una mujer con el rostro tapado y una limpiadora en mano arremete en el silencio de la noche


Carmen Berenguer (Chile, 1946). 

jueves, 24 de agosto de 2017

Duo Duo (Li Shizheng) 多多. Silencio.

Paisaje del monte Lu Shan
Xu Beihong (China, 1895 – 1953)
Tinta china y acuarela

En la ventana, esperando el temporal de nieve, está colgado tu retrato
una bandeja negra llena de pan
la mano se extiende hacia un lugar sin manos
es silencio
la nieve, en este instante cae
a ti, te mira el caballo
esta ladera nevada, es intención
es tu silencio
en el cementerio, silenciosos se desplazan los carneros
en el cielo constelado de cuervos, ya despunta el alba
un silencio autorizado
en la tumba han grabado:
meditar rompe el silencio
el mundo más allá de la ventana guarda el silencio
en el paisaje blanco guarda silencio
el reloj hace tictac, la aguja está inmóvil
bajo la mano, en el papel, hay esta forma de ser:
buscar la otra parte del hombre


Duo Duo (Li Shizheng) 多多 (China, 1951). 

miércoles, 23 de agosto de 2017

Antonio Machado Retrato (Campos de Castilla).

Retrato de Antonio Machado (1917)
Joaquín Sorolla (España, 1863 - 1923)
Óleo sobre lienzo
Sociedad Hispánica de América, Nueva York, Estados Unidos.

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Antonio Machado (España, 1875 – 1939).


martes, 22 de agosto de 2017

Pedro Salinas. La voz a ti debida.

El manantial (1856)
Jean-Auguste-Dominique Ingres (Francia, 1780 – 1867)
Óleo sobre lienzo
Museo de Orsay, París, Francia.

Para vivir no quiero 
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».


1933

Pedro Salinas (España, 1891 – 1951). 

lunes, 21 de agosto de 2017

Vicente Huidobro. Canción nueva.

El maestro de escuela (1954)
René Magritte (Bélgica, 1898 - 1967)
Óleo sobre lienzo
Museo Magritte, Bruselas, Bélgica.

Dentro del horizonte
ALGUIEN CANTABA

                                                    Su voz
                                             No es conocida

                                                                              DE DÓNDE VIENE

Entre las ramas
No se ve a nadie

Hasta la luna era una oreja

Y no se oye

                  ningún ruido
                  Sin embargo

                                   una estrella desclavada

  Ha caído en el estanque

     EL HORIZONTE

                                     SE HA CERRADO

  Y no hay salida


Traducción de José Zañartu

De Horizon Carré, 1917


Vicente Huidobro (Chile, 1893 – 1948).