Pintura y poesía

Pintura y poesía

jueves, 28 de diciembre de 2017

Pablo Neruda. Mariposa de otoño.

¡Feliz cumpleaños, Loreto!

Mariposas en azul prusiano, turquesa y oro
Lily Greenwood (Reino Unido)
Giclée (impresión digital a tinta)

La mariposa volotea
y arde - con el sol - a veces.

Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.

Me decían: - No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.

Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.

Me decían: - No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.

Se va la mano que te induce.
Se va o perece.

Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.

Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: - Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.


Pablo Neruda (Chile, 1904 – 1973). 


1971

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Amado Nervo. El día que me quieras.

Amantes en el claro de luna (1927)
Marc Chagall (Rusia/Francia, 1887-1985)
Gouache, acuarela y pastel sobre cartulina
Colección privada

El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

De El arquero divino (1915).

Amado Nervo (México, 1870 – 1919). 

El día que me quieras 
(paráfrasis del poema de Amado Nervo, creada por Alfredo Le Pera
musicalizada y popularizada por Carlos Gardel)

lunes, 25 de diciembre de 2017

Fernando Pessoa. Natal (Navidad).

Natividad mística (1501).
Sandro Botticelli (República de Florencia, actual Italia, 1445 - 1510)
Óleo sobre tela
Galería Nacional de Londres, Reino Unido.

Nasce um Deus. Outros morrem. A verdade
Nem veio nem se foi: o Erro mudou.
Temos agora uma outra Eternidade,
E era sempre melhor o que passou.

Cega, a Ciência a inútil gleba lavra.
Louca, a Fé vive o sonho do seu culto.
Um novo Deus é só uma palavra.
Não procures nem creias: tudo é oculto.


Navidad

Nace un Dios. Otros mueren. La verdad
ni vino ni se fue: el Error mutó.
Tenemos ahora otra Eternidad,
y fue siempre mejor cuanto pasó.

Ciega, la Ciencia inútil gleba labra.
Loca, la Fe vive el sueño de su culto.
Un nuevo Dios es sólo una palabra.
No busques ni creas: todo es oculto.


Fernando Pessoa (Portugal, 1888 . 1935). 

domingo, 24 de diciembre de 2017

Violeta Parra. Décimas por el nacimiento.

Pesebre de greda negra de Quinchamalí
Artesanía en greda de Quinchamalí, Provincia de Ñuble, Región del Biobío, Chile.
Museo Violeta Parra, Santiago de Chile, Navidad de 2017.

El niño Jesús nació
en el portal de belén,
La estrella de sumo bien
a los magos le' alumbró.
El mundo resplandeció
con pitos y panderetas,
bajaron siete cometas
a ver este nacimiento,
los altos del firmamento
que abrieron para la fiesta.

Los fieles del redentor
acuden muy presurosos
a presenciar el hermoso
regalo del gran señor.
Adiós a nuestro dolor,
válganos la penitencia,
hagamos la reverencia
en este humilde portal
porque envuelto en un pañal
vino dios a la existencia.

Gloriosa la noche aquella
cuando la virgen sufrió
y al mundo un hijo le dio
más claro que una centella.
Bajáronse las estrellas,
cantaron los pajaritos,
sabiendo que Jesucristo
venido a cristianizarlos
y por amor a salvarlos
con su dolor infinito.

Ahí está la virgen pura
al lado de san José,
con el niñito son tres,
se miran con gran ternura.
No ha habío ni habrá dulzura
más grande en intensidad
que la de la Navidad
cuando bajó de los cielos
a darnos su gran consuelo
el dios de la cristiandad.


Violeta Parra (Chile, 1917 – 1967). 

lunes, 11 de diciembre de 2017

Miguel de Unamuno. Elegía en la muerte de un perro.

Perro yaciendo en la nieve (1911)
Franz Marc (Alemania, 1880 - 1916)
Óleo sobre lienzo
Instituto de Arte Städel (Städelsches Kuntisntitut), Frankfurt, Alemania.

La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?
¡El otro mundo!
¡Otro... otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran...
¡el otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lenuga de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?
¡El otro mundo!
¡Otro... otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!...
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?
El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.

Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.

Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?


Miguel de Unamuno (España, 1864 – 1936).

domingo, 10 de diciembre de 2017

Wisława Szymborska. La mujer de Lot.

La mujer de Lot
Klaas Koster (Países Bajos, 1952)
Óleo sobre lienzo

Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa
de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera,
él no se detendría
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo, arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.


Wisława Szymborska (Polonia, 1923 – 2012). 

sábado, 9 de diciembre de 2017

Pablo Neruda. Me peina el viento los cabellos.

Cabello al viento
Félix Mas (España, 1935).

Me peina el viento los cabellos 
como una mano maternal:
abro la puerta del recuerdo 
y el pensamiento se me va.

Son otras voces las que llevo, 
es de otros labios mi cantar:
hasta mi gruta de recuerdos 
tiene una extraña claridad!

Frutos de tierras extranjeras, 
olas azules de otro mar, 
amores de otros hombres, penas 
que no me atrevo a recordar.

Y el viento, el viento que me peina 
como una mano maternal!

Mi verdad se pierde en la noche:
no tengo noche ni verdad!

Tendido en medio del camino 
deben pisarme para andar.

Pasan por mí sus corazones 
ebrios de vino y de soñar.

Yo soy un puente inmóvil entre 
tu corazón y la eternidad.

Si me muriera de repente 
no dejaría de cantar!

Pablo Neruda (Chile, 1904 – 1973).


1971