Pintura y poesía

Pintura y poesía

viernes, 1 de noviembre de 2019

Nilton Santiago. La escritura de Dios.

Fuxi y su hermana y esposa Nüwa
Antigua pintura desenterrada en el cementerio de Astana, Xinjiang, China. 

Fu Xi, el primer emperador chino, era mitad serpiente, mitad humano y mitad enigma.
Cuentan que su madre lo concibió al pisar la huella de un gigante,
tan grande como la lágrima de un pez.
Fu Xi nació de un huevo
así que desayunaba mariposas para aprender el arte del vuelo.
Pero le resultó inútil: las nubes dormían sobre el suelo
para no empañar las gafas de Dios.
Una leyenda, citada por Wang Jia, cuenta cómo Fu Xi descubrió
ocho trigramas sobre el caparazón de una tortuga que no paraba de llorar.

Se cree que de esos diagramas oraculares surgió la escritura.

La escritura de la pobreza migra descalza en la mirada de un guatemalteco.
La escritura de Wang Wei era el manantial de donde brotaba el rocío.
¿Pero cuál era la escritura de Dios?
Mi padre me contó que en su pueblo los panaderos no sabían escribir
pero cada mañana horneaban una nueva biblia de harina.
Tampoco mi abuela podría haberse carteado con Fu Xi
y mucho menos haber leído un tratado de melancolía,
ya que la pobre apenas sabía deletrear su nombre.

Mi abuelo sí que escribía, con una pluma de su espalda,
discursos para taxistas solitarios
(cuando dirigía el sindicato de chóferes)
pero eso no cuenta.
Fu Xi se volvería a morir
si se enterara que acaban de arrestar por “vandalismo”
a una niña de 11 años
por escribir su nombre en el cemento fresco de una acera.
Si estuviera viva mi abuela diría:
“Ahí lo tienes: esa es la escritura de Dios”.

de La historia universal del etcétera, 2019. (Premio Internacional de Piesía Vicente Huidobro).
Nilton Santiago, Perú, 1979.

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