Pintura y poesía

Pintura y poesía

viernes, 22 de noviembre de 2019

Lenny Pinto Suárez. Poema de agua.

Gustavo Silva Núñez (Venezuela, 1980)
Pintura fotorrealista

(Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Jaime Sabines)

Tiene el agua una hendidura, grieta de soles,
y es el paso breve de tu reflejo por sobre su faz.
Encandilada, risueña, se rizan sus ondas
contra las que tu brío hiriente se alzó para herir.
El agua tiene un velo como de almíbar
que espera (¿y qué espera?).
Un sueño muy enarbolado engendra
a la última luz que sobre los cerros resplandece.
Espera nocturna, embelesada
con sazones y diatribas lunares.
¡Qué rubores ostenta su labial capullo
lleno de casto verdor, aguamarina pura,
encrespada con bucles acuosos,
con ondas venusinas y hermanas!
Espera el siseo que revela la venida,
no poco parsimoniosa,
de aquel único querer y su punzada.
Gravedad como de cera tibia es su caer,
fuerza gravitatoria de miembros extendidos,
tan blindados como entregados:
Semeja su causa a la más moribunda cordura
y a la más asolada simula su estera.
No hay en sus ritos más espuma que esta:
so ligereza, so ligereza, so ligereza;
tal es su mantra. No hay en sus gritos llamada.
Su desnudez es de agua cual cera
en una caída lenta. ¡Y tan lenta!

Y como que exhibe, al caer,
como que muestra raíces bajo las faldas.
Busca cubrirte el agua en su quieto celo,
adornarte en ráfagas celosamente.
Su cortina se despliega,
surca éteres, lagunas, abismos, crepúsculos,
su cortina acrisolada se distiende...
pergamino que en ondas florales germina:
fiera petunia, gris crisantemo, alta begonia.
Estalactitas celan tus campos nuestros,
anegan tus pasos, corredor de fuentes selladas,
los que han acaecido sin querer.
Siente ella una constante ráfaga de locura,
una irremisible ola de sentires, todos vastos,
todos tardíos como tempranos, todos inmanentes
a la dote que te baña, que te ciñe.
Traspasada por todos los quebrantos
de la belleza más alta...
En su celo por tu brío solo ella es admirable.
La marea se arremolina a tu suspiro,
tuerce la cintura en un movimiento febril,
casi acomodado a la libertad del viento, casi;
y acompasado por la cadencia de tu verbo
se desploma y transfigura en criatura excelsa
en cuanto viertes una, media, la más frágil palabra.
Pasea lenguas líquidas, sabias, sempiternas,
sin avidez más que la de agradarte en su rito:
Máscara de monjes antiguos ella muestra,
con símbolos degenerados por el tiempo,
con renuevos de almendro nacidos verdemente
en sus bordes, sembrados en sus pliegos,
en las grietas bailarinas de su ropaje.
Fruto nacarado, teñido con tinte de eras,
así se proclama su vientre a tu roce.
He visto tu llegada, yo, solo sustancia lejana,
solo renuencia de lo conocido, he presenciado
la falacia de la distancia en tu norte...

Y tus flancos son dagas de cristal de hielo,
amenaza tu dedo toda realidad.
La ciega tu encanto, o la trastorna tu hueste.
Tu aceite ha ungido sus veredas,
aqueste paladar también moribundo,
de espesa gota ha hecho renacer el buen lago,
de embriaguez ha tornado la saturnina en lucero.
Suave, suave y lenta espesura de olivo
ha surcado la infértil tierra.
Y qué suave, suave y lenta espesura...
El fogón encrespa los dedos y crepita,
crepita el encierro dos veces ensimismado.
El olor dulce de la verdura, del apio, la cebolla,
se combina con lo amargo del sudor de la tierra.
Un ave pía allende y la reciente camada
del dueño pide por pronto alimento.
Pero el agua —frondosa en la tinaja,
fresca y recién traída, virgen, mas ya núbil
por tu causa, por tu causa— guarda su canto,
gira en su espera, danza ella, dentro, danza.
Quien ha visto el girar de su paciencia
ha conocido la estocada de los hombres:
vagando por sus venas, besando el poderío,
la historia de su bonanza, la dura amabilidad
de la servidumbre. El precio de la bondad.
Y yo, fútil sustancia que vagarosa se piensa,
que fría, cálida, duerme y renace, he presenciado
el filo hiriente que huesos pudre, que vidas nace,
que engendra ríos zaheridos, suntuosos, sin retorno.
Ay, mano que trasciende lo vivido...

Primer lugar en el IV Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, agosto de 2019.

Lenny Pinto Suárez (Venezuela, 1990).

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