Separación (1896).
Óleo sobre lienzo.
Edvard Munch (Noruega, 1863 - 1944).
Museo Munch, Oslo, Noruega.
Yo
amé, con perdón.
Amé
por encima de todas las cosas, que es,
permítanme
que les diga,
de
la única forma en que se puede amar.
Yo
viví
en
un cálido regazo del amor,
protegido
bajo su techo,
comiendo
de su misma mano,
aprendiendo
el fuego hasta verlo arder,
hasta
quemarnos.
Compartí
su sudor
y
ascendí en su alegría de peldaño en peldaño.
Es
decir: de dos en dos.
¿Sabéis
qué?
Yo
tampoco creía en la magia hasta que la vi.
A
ella.
Irradiándola,
desprendiéndola,
descontrolando
el tiempo
y
cargándose con un gesto cualquier rutina impuesta,
criando
una primavera en cada estación.
Solo
querría decirles eso.
Decirles:
yo tuve un reino y lo llamé hogar.
Y
fue tan inmenso como el más pequeño de los detalles.
Una
puta barbaridad.
Así
debía de ser mi cuento.
Sin
embargo, escribo desde el dolor aquel
en
que solíamos gritar que todo acaba mal
porque
si no, no acabaría.
Así
fue
que
todo se llenó de distancia
y
de sangre,
todo
se ensució de grietas y pudriéndo-
se
pasó como una enfermedad
por
delante nuestro,
un
olvido por encima de nosotros
paseándose
jodiéndonos,
diciéndonos
adiós,
a
dios reclamadle.
Estas
son mis ruinas y esta es mi voz.
Un
paseo con vistas a los escombros.
Si
veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento.
Que
el frío se ha hecho ciudad
y
yo, solo, he aprendido a quemarme.
Que
la poesía pague los destrozos
y
su recuerdo sea mi única migaja de calor.
Esta
es la historia de un derrumbamiento.
El
infierno hecho paisaje.
Mi
baile nupcial sobre el lodo.
Un
invierno sin sol.
de
Un
invierno sin sol, 2013.
Escandar
Algeet Abarquero (España, 1984).
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