Don Quijote y Sancho
Pablo Picasso (1881, 1973)
Aguada sobre papel
Publicado en N° 581 del semanario Les Lettres françaises en agosto de 1955
Museo de Arte e Historia de Saint-Denis, Francia.
A Navarro
Ledesma
Rey de
los hidalgos, señor de los tristes,
que de
fuerzas alientas y de ensueños vistes,
coronado
de áureo yelmo de ilusión;
que nadie
ha podido vencer todavía,
por la
adarga al brazo, toda fantasía,
y la
lanza en ristre, toda corazón.
Noble
peregrino de los peregrinos,
que
santificaste todos los caminos
con el
paso augusto de tu heroicidad,
contra
las certezas, contra las conciencias,
y contra
las leyes y contra las ciencias
y contra
la mentira, contra la verdad...
¡Caballero
errante de los caballeros,
varón de
varones, príncipe de fieros,
par entre
los pares, maestro, salud!
¡Salud,
porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los
aplausos o entre los desdenes,
y entre
las coronas y los parabienes
y las
tonterías de la multitud!
¡Tú, para
quien pocas fueran las victorias
antiguas
y para quien clásicas glorias
serían
apenas de ley y razón,
soportas
elogios, memorias, discursos,
resistes
certámenes, tarjetas, concursos,
y,
teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!
Escucha,
divino Rolando del sueño,
a un
enamorado de tu Clavileño,
y cuyo
Pegaso relincha hacia ti;
escucha
los versos de estas letanías,
hechas
con las cosas de todos los días
y con
otras que en lo misterioso vi.
¡Ruega
por nosotros, hambrientos de vida,
con el
alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de
congojas y faltos de sol,
por
advenedizas almas de manga ancha,
que
ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser
generoso y el ser español!
¡Ruega
por nosotros, que necesitamos
las
mágicas rosas, los sublimes ramos
de
laurel! Pro nobis ora, gran señor.
(Tiembla
la floresta de laurel del mundo,
y antes
que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido
Hamlet te ofrece una flor.)
Ruega
generoso, piadoso, orgulloso;
ruega
casto, puro, celeste, animoso;
por nos
intercede, suplica por nos,
pues casi
ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma,
sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies
y sin alas, sin Sancho y sin Dios.
De tantas
tristezas, de dolores tantos,
de los
superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos,
recetas que firma un doctor,
de las
epidemias de horribles blasfemias
de las
Academias,
líbranos,
señor.
De rudos
malsines,
falsos
paladines
y
espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa
que sacia
su
canallocracia
con
burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal
con gracia,
¡líbranos,
señor!
Noble
peregrino de los peregrinos,
que
santificaste todos los caminos
con el
paso augusto de tu heroicidad,
contra
las certezas, contra las conciencias
y contra
las leyes y contra las ciencias,
contra la
mentira, contra la verdad...
Ora por
nosotros, señor de los tristes,
que de
fuerzas alientas y de ensueños vistes,
coronado
de áureo yelmo de ilusión;
¡que
nadie ha podido vencer todavía,
por la
adarga al brazo, toda fantasía,
y la
lanza en ristre, toda corazón!
Rubén Darío (Nicaragua, 1867 – 1916)
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