Pintura y poesía

Pintura y poesía

miércoles, 8 de julio de 2015

Oscar Wilde. Balada de la Cárcel de Reading II.

Proceso de Oscar Wilde
Ilustración

 Portada del Ilustrated Police News de Londres, 4 de mayo de 1895.

Por seis semanas, el soldado
dio su paseo por el patio
con traje gris y con gorrilla:
Parecía feliz su paso.
Mas nunca ví a ningún hombre
con tal fiebre ver al sol cálido.

Nunca yo ví a ningún hombre
ver con mirada tan intensa
el toldo azul al que los presos
le dicen cielo, con tristeza,
y cada nube que arrastraba
su vagabunda cabellera.

No retorcía ya sus manos
como esos hombres insensatos
que aún alimentan esperanzas
en momentos desesperados;
no hacía más que ver el sol
y beber aire del día cálido.

No retorcía ya sus manos
ni se amargaba con gemidos,
y nada ya lo entristecía;
pero bebía el aire tibio
cual se calmara sus dolores:
Y bebía sol como vino!

Y otros penados, como yo,
en otro patio haciendo ronda
pensábamos si nuestra culpa
sería grande o poca cosa,
mirando con gran extrañeza
al hombre que iría a la horca.

Y era raro ver su paso
con planta alegre y desenvuelta;
y era raro ver su mirada
fija en el día y tan intensa;
y era más raro aún saber
que tenía tan grande deuda...

Olmo y roble tienen hojas
que embellece la primavera,
mas horrible es ver el cadalso
que una áspid muerde siniestra:
Y –verde o seco- pende un hombre
antes de que el árbol florezca.

Es la alta morada el cielo
al que endereza el fuego humano.
Mas quién quiere desde un patíbulo,
con una corbata de cáñamo,
la última vez mirar al cielo
a través del criminal lazo?

Bello es bailar con los violines
mientras amor y vida arden;
danzar con flautas y laúdes
es cosa delicada y suave:
Pero no es cosa nada dulce
bailar con los pies en el aire...

Con suposiciones curiosas
lo mirábamos día por día
preguntándonos si nuestra suerte
acaso sería la misma,
pues nadie sabe hasta qué infierno
se puede hundir su alma sombría.

Por fin un día, entre los presos
el muerto ya no más paseó;
supe que, en pie, el hombre esperaba
en la celda de la prisión,
y que ya no más le veríamos
en el suave mundo de Dios.
Como a dos buques en mal tiempo
nos enfrentó nuestro destino;
no nos dijimos nunca nada
- nada teníamos qué decirnos -
pues no eran entonces Nochebuena
sino un gris día maldito.

Un muro grueso nos cercaba
y éramos dos desheredados;
lejos de sí nos lanzó el mundo,
y nos quitó el Señor su amparo,
y el cepo que aguarda al delito
nos logró coger en su lazo...

Oscar Wilde (Reino Unido, 1854 – 1900)

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