Pintura y poesía

Pintura y poesía

lunes, 22 de febrero de 2016

Elizabeth Neira Calderón. Militante ejemplar.

Desnudo

Nelson Maglio Olate Figueroa

Óleo sobre tela
MOCCA, El Museo de Arte Chileno Contemporáneo (www.mocca.cl)

Nosotras,
Bellas sirenas aullando en la noche fresca de nuestra juventud de oro,
Tetas como la leche y mirada al borde del desmayo.
Amantes perfectas de kermesse de colegio de monja.
Sólo besos,
vigilados por las palmeras y la mirada de los papis
Los manoseos vendrán después.
Pero entonces,
parecíamos confites recién hechos por la abuela,
Humeando olores dulces en bandeja de plata,
El baile era nuestro y una horda de príncipes babosos mosqueaban alrededor.

El pololeo largo como la mejor de las latas,
Luego campanitas nupciales en nuestra ventana,
tañidas por los papis,
Nosotras,
ahora, depiladas, encremadas con menjunjes carísismos
Y el sexo encintado igual que el bizcocho de novios,
Y tantos regalos,
Al fin el refrigerador de cien puertas
La vida en rosa catálogo,
Y nosotras,
ahora rubias,
prolijamente corregidas,
Militantes ejemplares del proyecto mayor.

Pero...
¿En qué momento nos convertimos en estos animales estragados?
que caminan a empellones por las calles
premunidas de bolsas como cañones por los flancos,
feroces, económicas, gastronómicas,
cosméticas, maternas, carcelarias.

¿Cómo llegamos a convertirnos en esta especie de reptiles horribles, que castran a sus machos y devoran a sus crías?,

Desde algunos años
el olor a fracaso se perpetúa en las paredes color pastel de la casa,
en cada hebra de las cortinas,
en el tapiz de las sillas,
como un guiso mal hecho.
El fracaso,
partiendo las biografías,
para su mejor embalaje,
lo mismo que las sandías,
condenadas por su exuberancia
a vivir cuadradas en las bodegas de los barcos japoneses.

Como una carpa de circo,
Nos derrumbamos con muy poca dignidad y con mucho estruendo.

Entonces vamos al carnicero y le pagamos una tonelada de dinero para que nos faene.
Un corte por aquí, otro para allá.
Y luego hablamos de eso o de cualquier otra cosa,
porque desde hace tiempo
no hacemos más que sonar.
Nuestras lenguas sufren
constantes espasmos y convulsiones,
no se puede estar quieta.
Sonamos fuerte,
como antes nuestros catres,
Vibramos el día entero
juntando vocales y consonantes,
Agotado el espectro de sonidos humanos, croamos, balamos, ladramos, piamos, gruñimos y compramos.
Compramos como condenadas a muerte,
También comemos y algunas todavía vomitan después.

Pero sobre todo
vigilamos, controlamos, nos entrometemos, nos infiltramos, asfixiamos finamente
con manos impecables de manicure.

Elizabeth Neira Calderón (Chile, 1973)

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