La terraza de Sainte-Adresse
Claude Monet
Óleo sobre lienzo
Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, Estados Unidos.
Puesto que este mundo existe, más nos vale tolerarlo.
Que a los seres, sin enojo, considerarlos sepamos.
Este hombre es el burgués del siglo en el cual vivimos.
Vendedor en otros tiempos de sebos y de jabones,
Es ahora rico y tiene prados, viñedos y bosques.
Al pueblo llano aborrece, tampoco ama a los nobles;
Pues es hijo de un portero, en estos tiempos afirma
Que es inútil descender de familia de alta alcurnia.
Es severo. Es virtuoso. Y forma parte también,
-En diciembre pisan siempre buenas alfombras sus pies-,
Del gran partido del orden y de la gente de bien.
Odia a los enamorados y a quien es inteligente;
Es un poco pedigüeño, usurero algunas veces;
Al progreso llama santo y pura a la libertad,
Del derecho de naciones va proclamando: "¡Ni hablar!",
Del sentido común tosco de Sancho Panza hace alarde
Y dejaría morir en la miseria a Cervantes;
Por Boileau admiración siente, a las criadas pellizca,
Y después de revolcarse en la paja con Juanita,
Clama que son inmorales novelas y folletines.
A la misa a la que acude cada domingo del año,
Lleva a Jesús bajo el brazo en un breviario dorado,
El pesebre, el calvario y también el Dies Illa.
-No es que crea, entre nosotros, todas esas tonterías,
Nos dice- Y si él asiste es por causa de su nombre,
Para que el pueblo vil crea viendo creer a este hombre,
Porque hay que entontecer a esta gente que está hambrienta,
Porque algún que otro buen Dios hace falta a fin de cuentas.
"¡Haced sitio!", el sacristán da un golpe y él aparece,
En un banco reservado su tripa sublime extiende,
Orgulloso de sentir que con esta devoción,
Al pueblo tiene sujeto y de Dios es protector.
Que a los seres, sin enojo, considerarlos sepamos.
Este hombre es el burgués del siglo en el cual vivimos.
Vendedor en otros tiempos de sebos y de jabones,
Es ahora rico y tiene prados, viñedos y bosques.
Al pueblo llano aborrece, tampoco ama a los nobles;
Pues es hijo de un portero, en estos tiempos afirma
Que es inútil descender de familia de alta alcurnia.
Es severo. Es virtuoso. Y forma parte también,
-En diciembre pisan siempre buenas alfombras sus pies-,
Del gran partido del orden y de la gente de bien.
Odia a los enamorados y a quien es inteligente;
Es un poco pedigüeño, usurero algunas veces;
Al progreso llama santo y pura a la libertad,
Del derecho de naciones va proclamando: "¡Ni hablar!",
Del sentido común tosco de Sancho Panza hace alarde
Y dejaría morir en la miseria a Cervantes;
Por Boileau admiración siente, a las criadas pellizca,
Y después de revolcarse en la paja con Juanita,
Clama que son inmorales novelas y folletines.
A la misa a la que acude cada domingo del año,
Lleva a Jesús bajo el brazo en un breviario dorado,
El pesebre, el calvario y también el Dies Illa.
-No es que crea, entre nosotros, todas esas tonterías,
Nos dice- Y si él asiste es por causa de su nombre,
Para que el pueblo vil crea viendo creer a este hombre,
Porque hay que entontecer a esta gente que está hambrienta,
Porque algún que otro buen Dios hace falta a fin de cuentas.
"¡Haced sitio!", el sacristán da un golpe y él aparece,
En un banco reservado su tripa sublime extiende,
Orgulloso de sentir que con esta devoción,
Al pueblo tiene sujeto y de Dios es protector.
Víctor Hugo (Francia, 1802 – 1885)
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