La creación de Adán (1511)
Miguel Ángel (1475 - 1564)
Fresco
Capilla Sixtina, Roma, Ciudad del Vaticano.
Es natural
que Dios se comunique
con mi melancolía; que comparta
mi pan, mi techo aciago y que me ofrende,
de vez en cuando, un búho, una botella,
una hoja de menta, un libro viejo
escrito sobre un vidrio de colores.
con mi melancolía; que comparta
mi pan, mi techo aciago y que me ofrende,
de vez en cuando, un búho, una botella,
una hoja de menta, un libro viejo
escrito sobre un vidrio de colores.
Es natural
que llegue sin anuncio,
definido y abierto como un árbol,
y que se instale cerca de la leña
desatada en crujidos ardorosos
sin dirigirme nunca la palabra,
alto y ritual, hermoso como un sable.
definido y abierto como un árbol,
y que se instale cerca de la leña
desatada en crujidos ardorosos
sin dirigirme nunca la palabra,
alto y ritual, hermoso como un sable.
Suele
irritarme su actitud, la espera
brillante de sus ojos, la implacable
actividad oculta de sus manos
quemadas por dos vírgulas de hierro.
Yo soy un hombre y Él lo sabe. Tengo
arrebatos de hombre, no de insecto,
ni dulzura animal para mis actos
manejados por turbia inteligencia.
brillante de sus ojos, la implacable
actividad oculta de sus manos
quemadas por dos vírgulas de hierro.
Yo soy un hombre y Él lo sabe. Tengo
arrebatos de hombre, no de insecto,
ni dulzura animal para mis actos
manejados por turbia inteligencia.
Arrojo el
vino. Tiro de la mesa
los mendrugos, las moscas, los papeles;
tenso mis antebrazos, crispo el nervio
más hondo, y con rudeza lo fustigo,
lo invito a que se mida con mi angustia
crecida en los confines de su obra.
No responde. Se ubica acomodando
su codo en la madera, y sin testigos,
pulseamos al igual que dos labriegos
en honesta y tristísima disputa.
los mendrugos, las moscas, los papeles;
tenso mis antebrazos, crispo el nervio
más hondo, y con rudeza lo fustigo,
lo invito a que se mida con mi angustia
crecida en los confines de su obra.
No responde. Se ubica acomodando
su codo en la madera, y sin testigos,
pulseamos al igual que dos labriegos
en honesta y tristísima disputa.
Roberto Themis Speroni (Argentina, 1922 – 1967).
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