Campo de prisioneros de Abu Ghraib 3
Fernando Botero
Óleo sobre tela
Colombia
A esta hora, amor mío, me sacarán las uñas
y no podré escribirte.
Y todo el pensamiento que guardaba,
todo lo que me dio tu cuerpo, nuestras noches,
la historia que vivimos de silencio en silencio,
las más tiernas palabras cruzadas en voz baja,
me lo han gastado a golpes.
… Me arrancaron
los sonidos, primero,
luego las maldiciones y los gritos,
y hasta el dulce sollozo que guardaba para el nacer del
hijo me lo enrostraron como cobardía.
Había que decir algo,
repetir un nombre que aún no conocía,
contarles de mis muertos
y del itinerario que han de seguir los hombres
cuando van a estar solos.
Me sacaron con sangre tantas cosas,
que he deseado ser lobo para aullar.
Pero nada
les importó estos dolores que hablaron
en sucesivas lenguas.
Nada quisieron saber de mi corazón, nada
de la alegría que me dieron los otros.
Se me llevaron
para siempre el sueño.
Me doblegaron a vergüenzas.
Amor mío, nadie vino a salvarme,
ni siquiera
ese cadáver que he temido tanto.
Pero me han contagiado con sus odios,
también me han transferido sus sogas y cuchillos,
sus dientes apretados
y la interrogación siempre incesante.
Por eso, tengo miedo
de haber sobrevivido.
De volver a crecer sin esas cosas
que tú y yo comprendimos bajo la luz del día.
Y que tenga que darte,
en lugar de mi mundo generoso,
una terrible llama para quemar la tierra.
Voy a tener vergüenza de mirarte desnuda.
Y es que todo no puede ser lo mismo.
Ya no será el amor
que íbamos a tomar del mismo plato.
A otra hora, mi amada, volverán,
me irán pisando el rostro,
y el cuerpo,
y la memoria,
Y todo el pensamiento que guardaba,
todo lo que me dio tu cuerpo, nuestras noches,
la historia que vivimos de silencio en silencio,
las más tiernas palabras cruzadas en voz baja,
me lo han gastado a golpes.
… Me arrancaron
los sonidos, primero,
luego las maldiciones y los gritos,
y hasta el dulce sollozo que guardaba para el nacer del
hijo me lo enrostraron como cobardía.
Había que decir algo,
repetir un nombre que aún no conocía,
contarles de mis muertos
y del itinerario que han de seguir los hombres
cuando van a estar solos.
Me sacaron con sangre tantas cosas,
que he deseado ser lobo para aullar.
Pero nada
les importó estos dolores que hablaron
en sucesivas lenguas.
Nada quisieron saber de mi corazón, nada
de la alegría que me dieron los otros.
Se me llevaron
para siempre el sueño.
Me doblegaron a vergüenzas.
Amor mío, nadie vino a salvarme,
ni siquiera
ese cadáver que he temido tanto.
Pero me han contagiado con sus odios,
también me han transferido sus sogas y cuchillos,
sus dientes apretados
y la interrogación siempre incesante.
Por eso, tengo miedo
de haber sobrevivido.
De volver a crecer sin esas cosas
que tú y yo comprendimos bajo la luz del día.
Y que tenga que darte,
en lugar de mi mundo generoso,
una terrible llama para quemar la tierra.
Voy a tener vergüenza de mirarte desnuda.
Y es que todo no puede ser lo mismo.
Ya no será el amor
que íbamos a tomar del mismo plato.
A otra hora, mi amada, volverán,
me irán pisando el rostro,
y el cuerpo,
y la memoria,
hasta que lleguen a mi celda,
hasta empezar de nuevo.
Y tengo miedo
de no saber, de no haberme enterado
de todos los sucesos, y nombres, y consignas,
de toda aquella sucia
delegación que me piden.
hasta empezar de nuevo.
Y tengo miedo
de no saber, de no haberme enterado
de todos los sucesos, y nombres, y consignas,
de toda aquella sucia
delegación que me piden.
Fernando Cazón Vera (Ecuador, 1936)
esplendido poema, es una descripción de la tortura
ResponderEliminarun portento de poema
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