Hombre escribiendo en su estudio (1630-35)
Gerrit Dou (Países Bajos, 1613 - 1675)
Óleo sobre tabla
Colección privada
Yo, Vicente Gaos,
natural de la nada, de mil siglos de edad, de estado civil solitario,
inestable,
domiciliado,
refugiado en un rincón del cosmos, de profesión náufrago en la sombra,
sin documento
nacional de identidad, sin títulos, condecoraciones ni diplomas de clase
alguna,
sin señal particular
visible en el pecho ni en ninguna otra parte del cuerpo,
sin más cicatriz que
una necrosis de miocardio,
una vieja herida que
me produje yo mismo,
quiero decir, que me
causaron siglos de sufrimiento,
de amor oculto, de
ternura encubierta por un falso orgullo,
el de no sentir
envidia de nada y de nadie,
el de haber creído
que siempre había tiempo de sobra,
el de alegrarme
seriamente del bien ajeno,
el de no
autocompadecerme jamás,
el de llorar hacia
dentro por el daño hecho al prójimo,
el orgullo o la
confusión de haberme figurado que era yo la víctima, siendo el verdugo,
ya que todos los
hombres somos simultáneamente lo uno y lo otro,
y no es fácil en este
punto el discernimiento...
Yo, Vicente Gaos
(¿Vicente Gaos?), ahora,
cuando empiezo a
sentir ya en la boca el amargo gusto de la ceniza
postrera, cuando
recuerdo en medio de la tormenta final las postrimerías,
porque he pecado, he
pecado,
y a pesar de ello
ninguna de las cuatro me devuelve a la inocencia pueril, al amparo filial, a la
remota fe cándida de no sé qué antaño,
de no sé qué
antesiglo...
Yo, natural de la
nada,
habitante de la nada,
destinado a la nada,
anónimo,
me acerco ya al
encuentro del supremo Notario,
del Decano universal
- nihil prius fide -,
y le hago entrega de
este testamento ológrafo
donde dispongo
-si acaso no es
cierto que quien dispone es Él y el hombre sólo propone.-
dispongo, suplico,
que cuando mi añoso
corazón, mi lastimado corazón haya dado ya su último latido,
incineren
piadosamente esta carne que gozó y sufrió,
estos huesos que se
estremecieron ya de júbilo, ya de horror,
que me despojen de
todo, de nada, pues siempre fui un despojado
(es la verdad, no me
autocompadezco),
y que arrojen mis
cenizas al viento, al agua, al espacio estelar, al vacío cósmico de donde vine,
al cósmico vacío al que he de volver, espero volver
sin retorno,
pues nadie regresa de
la última orilla.
Y cerca ya del máximo
consuelo, de la extrema esperanza,
confío en que Nadie
me amenace más con otra existencia.
Y este es el
testamento ilusorio que otorgo en plena posesión de mis facultades mentales,
posesión de quien
sólo posee dolor, ignorancia, muerte,
y un corazón cuyo
único deseo es el de cesar ya en su trémulo palpito, en su amoroso latido,
aunque (porque) la
vida sea al fin y al cabo, y al principio, hermosa, lo es,
y prosiga renovada,
siempre igual, afortunadamente monótona,
como en el paraíso
primero,
como en el edén
funeral que nunca termina, que jamás terminará,
jamás.
Vicente Gaos (España, 1919 – 1980).
Fue mi profesor de inglés en el Instituto Andrés Laguna, en Segovia, durante el curso de 5º del bachillerato.
ResponderEliminarSiempre le recuerdo como un gran fumador en la clase y fuera de ella, consumía un cigarro y a los pocos minutos encendía otro.
Sus clases eran muy amenas, continuamente introducía dichos, anécdotas y frases populares que provocaban tu atención constantemente.
¡Que Dios le tenga en su Gloria.¡