Marylin gray
Andy Warhol
Seelkscreen
Museo de Arte Moderno de Nueva York, Estados Unidos.
Ahora que los gusanos han echado sobre tu cuerpo la primera palada de olvido
ahora que vives debajo de Los Ángeles sin necesidad de psiquiatras
ahora que el hueso altivo de tu cadera es puro polvo en una caja
y puro polvo son tus nalgas diseminadas por el suelo de raso de tu tumba
ahora que la totalidad de tu cuerpo cabe en la más pequeña de tus polveras
ahora que las uñas de tus pies yacen a tus pies disgregadas como planetas muertos
y los tacones de platino de tus zapatillas de gala se doblan entre canastas de
champaña bajo el peso terrible de la ausencia de tu talón de Aquiles
ahora que en tu ropero los polillas han hecho lo propio con tus trajes olorosos a
fiesta en Beverly Hills a Chanel número 5 a los cinco dedos de una mano
ahora que el millonario excéntrico que alquiló la mansión que habitabas en
Brentwood ha dejado de buscar tus axilas en los rincones de la sala y
organiza con sus invitados un safari de rinocerontes en Perú
ahora que el psiquiatra que te atendía se ha declarado en quiebra y para pagar sus
impuestos está escribiendo tus ‘memorias’ y además porque a sus tres
esposas les hacen mucha falta los doce mil dólares mensuales que le
entregabas de honorarios
ahora que las pastillas soporíferas que tomaste se agotan rápidamente en las
farmacias como canciones de cuna definitivas
ahora que hasta en las cintas viejas de celuloide se están cerrando tus ojos
cansados de soportar tanta pestaña tanta vigilia tanta viga
ahora que ya nadie sabe quién era norma jean baker porque las Baker norma jean
abundan en los directorios telefónicos
ahora que los 188 mil millones de psicópatas ya no te ven en sueños en inglés con
leyendas en castellano como una bruja de salem volando sobre un bate de
béisbol
ahora que la obra dramática de tu ex marido sobre tu vida ha quedado en tablas
ante los críticos de Broadway
y ha dejado para siempre de alumbrarte el sol de los fotógrafos
oh gata llena de misterio sobre el mercedes benz del olvido
en este pequeño país latinoamericano que se llama Colombia
vivimos varios poetas inadaptados que no queremos olvidarte
(tú Marilyn fuiste más importante para nosotros que la doctrina Monroe)
y que nos acordamos de ti cuando sale la luna sobre los “jaguares”
cuando bajamos deslizándonos por la pasarela del jet
cuando leemos en la prensa que Dalí ha hecho de tus senos una escultura de
gavetas
y nuestras mujeres gritan en los más alto de los ascensores
A veces como ahora te elevamos una oración por qué no te elevamos en una
oración
en un réquiem en un anti-réquiem en un responso qué sabemos nosotros de esos
nombres
sólo que cada hombre ora a lo que más ama
sobre todo si lo que más ama está muerto
y es entonces cuando queremos acostarnos boca abajo en el cementerio de
Westwood
para sentir en nuestros poros púbicos las lanzas de hierba que crecen desde tus
ingles norteamericanas
ahora que estás muerta y reposas enquistada sin muchas esperanzas en la
resurrección de los cuerpos
en ese pequeño lugar que es como el ombliguito de América
luego de haber vivido entre reflectores y niebla
entre almacenistas y magnates
entre dramaturgos y policías
entre los espejos y el espejismo
del amor
Jotamario Arbeláez (Colombia, 1940)
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