Pintura y poesía

Pintura y poesía

jueves, 4 de enero de 2018

Pablo de Rokha. Balada de Pablo de Rokha.

 
El poeta Pablo de Rokha
Mario Saavedra Canalesseyeoye  (Valparaíso, Chile)
Óleo sobre cartón

Yo canto, canto sin querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, a1 azar de los sucesos, como quien come, bebe o anda y porque si; moriría si no cantase, moriría si no cantase; el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no puedo hablar, entono, pienso en canciones, no puedo hablar, no puedo hablar; las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen e ignora el sentido de mi flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias labores, zafias, cuotidianas, prosaicas y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar, cantar, cantar.. . -he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha.

Los sofismas universales, las cósmicas, subterráneas leyes dinámicas, dinámicas me rigen, mi canción natural, polifónica se abre, se abre al mis allá del espíritu, la ancha belleza subconsciente, trágica, matemática, fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad; cruzo las épocas cantando como en un gran sueño deforme, mi verdad es la verdadera verdad, el corazón orquestal, musical, orquestal, dionisíaco, flota en la augusta, perfecta, la eximia resonancia unánime, los fenómenos convergen a él y agrandan su sonora sonoridad sonora, sonora; y estas fatales manos van, sonámbulas, apartando la vida externa -conceptos, fórmulas, costumbres, apariencias-, mi intuición sigue 1os caminos de las cosas, vidente, iluminada y feliz; todo se hace canto en mis huesos, todo se hace canto en mis huesos.

Pus, llanto y nieblas lúgubres, dolor, sólo dolor mamo en los riñosos pechos de la vida, no tengo casa y mi vestido es pobre; sin embargo, mis cantares absurdos, inéditos, modestísimos suman el pensamiento, todo el pensamiento de la raza y la voz del instante; soy un país hecho poeta, por la gracia de Dios; desprecio el determinismo de las ciencias parciales, convencionales, pues mi sabiduría monumental surge pariendo axiomas desde lo infinito, y su elocuencia errante, fabulosa y terrible, crea mundos e inventa universos continuamente; afirmo o niego, y mi pasi6n gigante atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de la rutina.

Atardeciendo me arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica y su oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra delos lagos, he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las plantas y morir los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se pone a1 fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las espigas van naciéndome, a medianoche, los eternos ríos lloran a la orilla de mi tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas; - . . . “buenos días, buenos días árbol”, dije a1 reventar la mañana, sobre las rubias cumbres chilenas, y mis tarde clamaba: “estrellas, sois estrellas, oh ! prodigio . . .”

Mis pensamientos hacen sonar los siglos, todos los siglos; voy caminando, caminando, caminando musicalmente y mis actos son himnos, cánticos naturales, completamente naturales; las campanas del tiempo repican cuando me oyen sentirme; constituye el principio y la razón primordial de todas las tonadas, el eco de mis trancos restalla en la eternidad; los triángulos paradójicos de mi actitud resumen el gesto de los gestos, el gesto, la figura del superhombre loco que balanceó la cuna macabra del orbe e iba enseñándole a hablar.

Los cantos de mi lengua tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma, sensaciones, grandiosidad de héroes y pequeñas costumbres modestas, simplísimas, mínimas, simplísimas de recién nacidos, aúllan y hacen congojas enormes, enormemente enormes, sonríen, lloran, sonríen, escupen a1 cielo infame o echan serpientes por la boca, obran, obran lo mismo que gentes o pájaros, dignifican el reino animal, el reino vegetal, el reino mineral, y son bestias de mármol, bestias, bestias cuya sangre ardiendo y triste, triste, asciende a ellos desde las entrañas del globo, y cuyo ser poliédrico, múltiple, simultáneo, está en los quinientos horizontes geográficos ; florecen gozosos, redondos, sonoros en octubre, dan frutos rurales a fines de agosto, maduran todo el año y desde nunca, desde nunca; anarquistas, estridentes, impávidos, crean un individuo y una gigantesca realidad nueva, algo que antes, antes, algo que antes no estaba en la tierra, prolongan mi anatomía terrible hacia lo absoluto, aún existiendo independientemente, ¡tocad su cuerpo, tocad su cuerpo y os ensangrentaréis los dedos miserables! . . .

Ariel y Calibán, Egipto, Grecia, Egipto y sobre todo Chile, los cuadrados países prehistóricos, Jesús de Nazareth, los cielos, las montañas, el mar y los hombres, los hombres, las oceánicas multitudes, ciudades, campos, talleres, usinas, árboles, flores, sepulcros, sanatorios, hospicios u hospitales, brutos de pie1 terrosa y lejano mirar lleno de églogas, insectos y aves, pequeñas, armoniosas mujeres pálidas; el cosmos idiota, maravilloso, maravilloso, maravilloso, maravilloso orienta mis palabras, y rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo nidal, como el viejo nidal en donde anidan todos los gorjeos del mundo . . .

De Los gemidos, 1922.


Pablo de Rokha (Chile, 1894 – 1968). 

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