El poeta Pablo de Rokha
Mario Saavedra Canales, seyeoye (Valparaíso, Chile)
Óleo sobre cartón
Yo canto, canto sin
querer, necesariamente, irremediablemente, fatalmente, a1 azar de los sucesos,
como quien come, bebe o anda y porque si; moriría si no cantase, moriría si no
cantase; el acontecimiento floreal del poema estimula mis nervios sonantes, no
puedo hablar, entono, pienso en canciones, no puedo hablar, no puedo hablar;
las ruidosas, trascendentales epopeyas me definen e ignora el sentido de mi
flauta; aprendí a cantar siendo nebulosa, odio, odio las utilitarias labores,
zafias, cuotidianas, prosaicas y amo la ociosidad ilustre de lo bello; cantar,
cantar, cantar.. . -he ahí lo único que sabes, Pablo de Rokha.
Los sofismas
universales, las cósmicas, subterráneas leyes dinámicas, dinámicas me rigen, mi
canción natural, polifónica se abre, se abre al mis allá del espíritu, la ancha
belleza subconsciente, trágica, matemática, fúnebre, guía mis pasos en la
oscura claridad; cruzo las épocas cantando como en un gran sueño deforme, mi
verdad es la verdadera verdad, el corazón orquestal, musical, orquestal, dionisíaco,
flota en la augusta, perfecta, la eximia resonancia unánime, los fenómenos
convergen a él y agrandan su sonora sonoridad sonora, sonora; y estas fatales
manos van, sonámbulas, apartando la vida externa -conceptos, fórmulas,
costumbres, apariencias-, mi intuición sigue 1os caminos de las cosas, vidente,
iluminada y feliz; todo se hace canto en mis huesos, todo se hace canto en mis
huesos.
Pus, llanto y nieblas lúgubres,
dolor, sólo dolor mamo en los riñosos pechos de la vida, no tengo casa y mi
vestido es pobre; sin embargo, mis cantares absurdos, inéditos, modestísimos
suman el pensamiento, todo el pensamiento de la raza y la voz del instante; soy
un país hecho poeta, por la gracia de Dios; desprecio el determinismo de las
ciencias parciales, convencionales, pues mi sabiduría monumental surge pariendo
axiomas desde lo infinito, y su elocuencia errante, fabulosa y terrible, crea
mundos e inventa universos continuamente; afirmo o niego, y mi pasi6n gigante
atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de
la rutina.
Atardeciendo me
arrodillé junto a una inmensa y gris piedra humilde, democrática, trágica y su
oratoria, su elocuencia inmóvil habló conmigo en aquel sordo lenguaje
cosmopolita e ingenuo del ritmo universal; hoy, tendido a la sombra delos lagos,
he sentido el llanto de los muertos flotando en las corolas; oigo crecer las
plantas y morir los viajeros planetas degollados igual que animales, el sol se
pone a1 fondo de mis años lúgubres, amarillos, amarillos, amarillos, las
espigas van naciéndome, a medianoche, los eternos ríos lloran a la orilla de mi
tristeza y a mis dolores maximalistas se les caen las hojas; - . . . “buenos días,
buenos días árbol”, dije a1 reventar la mañana, sobre las rubias cumbres
chilenas, y mis tarde clamaba: “estrellas, sois estrellas, oh ! prodigio . . .”
Mis pensamientos hacen
sonar los siglos, todos los siglos; voy caminando, caminando, caminando musicalmente
y mis actos son himnos, cánticos naturales, completamente naturales; las
campanas del tiempo repican cuando me oyen sentirme; constituye el principio y
la razón primordial de todas las tonadas, el eco de mis trancos restalla en la
eternidad; los triángulos paradójicos de mi actitud resumen el gesto de los
gestos, el gesto, la figura del superhombre loco que balanceó la cuna macabra
del orbe e iba enseñándole a hablar.
Los cantos de mi lengua
tienen ojos y pies, ojos y pies, músculos, alma, sensaciones, grandiosidad de héroes
y pequeñas costumbres modestas, simplísimas, mínimas, simplísimas de recién
nacidos, aúllan y hacen congojas enormes, enormemente enormes, sonríen, lloran,
sonríen, escupen a1 cielo infame o echan serpientes por la boca, obran, obran
lo mismo que gentes o pájaros, dignifican el reino animal, el reino vegetal, el
reino mineral, y son bestias de mármol, bestias, bestias cuya sangre ardiendo y
triste, triste, asciende a ellos desde las entrañas del globo, y cuyo ser poliédrico,
múltiple, simultáneo, está en los quinientos horizontes geográficos ; florecen
gozosos, redondos, sonoros en octubre, dan frutos rurales a fines de agosto,
maduran todo el año y desde nunca, desde nunca; anarquistas, estridentes, impávidos,
crean un individuo y una gigantesca realidad nueva, algo que antes, antes, algo
que antes no estaba en la tierra, prolongan mi anatomía terrible hacia lo
absoluto, aún existiendo independientemente, ¡tocad su cuerpo, tocad su cuerpo
y os ensangrentaréis los dedos miserables! . . .
Ariel y Calibán,
Egipto, Grecia, Egipto y sobre todo Chile, los cuadrados países prehistóricos,
Jesús de Nazareth, los cielos, las montañas, el mar y los hombres, los hombres,
las oceánicas multitudes, ciudades, campos, talleres, usinas, árboles, flores,
sepulcros, sanatorios, hospicios u hospitales, brutos de pie1 terrosa y lejano
mirar lleno de églogas, insectos y aves, pequeñas, armoniosas mujeres pálidas;
el cosmos idiota, maravilloso, maravilloso, maravilloso, maravilloso orienta
mis palabras, y rodaré sonando eternamente, como el viejo nidal, como el viejo
nidal, como el viejo nidal en donde anidan todos los gorjeos del mundo . . .
De Los gemidos, 1922.
Pablo de Rokha (Chile, 1894 – 1968).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar. Tu comentario será leído y publicado pronto.