Pintura y poesía

Pintura y poesía

martes, 31 de marzo de 2015

Jotamario Arbeláez. Pompas fúnebres.

La torre del cementerio viejo de Nuenen en la nieve
Vincent Van Gogh
Óleo sobre tela sobre cartón
Galería Tate, Londres Reino Unido.

Enterró a su abuela como pudo, con amor, con modestia, con pobres recursos.
En ese tiempo ganaba poco dinero; no había querido terminar sus estudios.
Enterró a su padre con toda la pompa, estrenando vestido, con misa cantada.
Lo habían ascendido en su empleo; le hicieron un préstamo.
Enterró a su madre con un funeral tan solemne
que el cortejo colmó varias cuadras
y las flores no cupieron en el cementerio.
Los tiempos habían cambiado; ahora manejaba el negocio.
Enterró a su amigo del alma en su suelo nativo; fletó dos aviones
que llevaron  al sitio cadáver y deudos.
Se había vuelto persona importante: tenía crédito en todos los bancos.
Enterró a la mujer de su vida en un gran mausoleo
custodiada a los cuatro horizontes por un mármol de arcángeles.
La Fortuna le había sonreído; marchaban las cosas.
Murió pobre, de golpe. Liquidada la empresa lo habían despedido.
Los ahorros de toda su vida había dilapidado en entierros.
Hoy reposa en la tumba contigua
a la tumba que ocupa su abuela.

Jotamario Arbeláez (Colombia, 1940)

lunes, 30 de marzo de 2015

Antonio Machado. Yo voy soñando caminos.

El camino protegido
Claude Monet
Óleo sobre lienzo
Museo de Arte de Filadelfia, Estados Unidos.

Yo voy soñando caminos 
de la tarde. ¡Las colinas 
doradas, los verdes pinos, 
las polvorientas encinas!... 


¿Adónde el camino irá? 
Yo voy cantando, viajero, 
a lo largo del sendero... 
—La tarde cayendo está—. 


En el corazón tenía 
la espina de una pasión; 
logré arrancármela un día; 
ya no siento el corazón
. 

Y todo el campo un momento 
se queda, mudo y sombrío, 
meditando. Suena el viento 
en los álamos del río. 


La tarde más se oscurece; 
y el camino se serpea 
y débilmente blanquea, 
se enturbia y desaparece. 


Mi cantar vuelve a plañir: 
Aguda espina dorada, 
quién te volviera a sentir 
en el corazón clavada.

Antonio Machado (España, 1875 – 1939)

domingo, 29 de marzo de 2015

César Calvo Soriano. Venid a ver el cuarto del poeta.

El dormitorio en Arlés
Vincent Van Gogh
Óleo sobre lienzo
Museo de Orsay, París, Francia.

Desde la calle 
hasta mi corazón
hay cincuenta peldaños de pobreza.
Subidlos.
A la izquierda.

Si encontráis a mi madre en el camino,
cosiendo su ternura a mi tristeza,
preguntadle
por el amado cuarto del poeta.

Si encontráis a Evelina
contemplando morir la primavera,
preguntadle
por mi alma
y también por el cuarto del poeta.

Y si encontráis llorando a la alegría
océanos y océanos de arena,
preguntadle
por todos
y llegaréis al cuarto del poeta:
una silla, una lámpara,
un tintero de sangre, otro de ausencia,
las arañas tejiendo sordos ruidos
empolvados de lágrimas ajenas,
y un papel donde el tiempo
reclina tenazmente la cabeza.

Venid a ver el cuarto del poeta.
Salid a ver el cuarto del poeta.
Desde mi corazón
hasta los otros
hay cincuenta peldaños de paciencia.
¡Voladlos, compañeros!

(si no me halláis
entonces
preguntadme
dónde estoy encendiendo las hogueras)

César Calvo Soriano (Perú, 1940 – 2000)

sábado, 28 de marzo de 2015

Javier Heraud. Yo no me río de la muerte.

El triunfo de la muerte
Jan Brueghel el Viejo
Museo Joanneum de Graz, Austria.

Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre
pájaros y arboles
Yo no me río de la muerte.
Pero a veces tengo sed
y pido un poco de vida,
a veces tengo sed y pregunto
diariamente, y como siempre
sucede que no hallo respuestas
sino una carcajada profunda
y negra. Ya lo dije, nunca
suelo reír de la muerte,
pero sí conozco su blanco
rostro, su tétrica vestimenta.

Yo no me río de la muerte.
Sin embargo, conozco su
blanca casa, conozco su
blanca vestimenta, conozco
su humedad y su silencio.


Claro está, la muerte no
me ha visitado todavía,
y Uds. preguntarán: ¿qué
conoces? No conozco nada.
Es cierto también eso.
Empero, sé que al llegar
ella yo estaré esperando,
yo estaré esperando de pie
o tal vez desayunando.
La miraré blandamente
(no se vaya a asustar)
y como jamás he reído
de su túnica, la acompañaré,
solitario y solitario


Javier Heraud (Perú, 1942-1963)

viernes, 27 de marzo de 2015

Pablo de Rokha. Retrato de adolescencia.

Muchacho con pipa
Pablo Picasso
Óleo sobre lienzo
Colección privada, Nueva York, Estados Unidos.

Entre serpientes verdes y verbenas,
mi condición de león domesticado
tiene un rumor lacustre de colmenas
y un ladrido de océano quemado.

Ceñido de fantasmas y cadenas,
soy religión podrida y rey tronchado,
o un castillo feudal cuyas almenas
alzan tu nombre como un pan dorado.

Torres de sangre en campos de batalla,
olor a sol heroico y a metralla,
a espada de nación despavorida.

Se escuchan en mi ser lleno de muertos
y heridos, de cenizas y desiertos,
en donde un gran poeta se suicida.

Pablo de Rokha (Chile, 1894 – 1968)

jueves, 26 de marzo de 2015

Enrique Lihn. Como desde hace años me detestabas...

Cabeza de hombre
Pablo Picasso
Óleo sobre lienzo
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Como desde hace años me detestabas
porque a tu real saber y entender yo había sido
                                             el mal marido de una amiga tuya
me elegiste para hacerme decir de tu marido
cosa que repetiste al inventarla
que yo había dicho de él, entre amigos comunes
en una casa precisa
"es un perfecto mediocre"
se te ocurrió darle esa aguja en el costado
celebro aquí esta gran precisión
de la perversidad femenina
Así compenso mis excesos en gloria y alabanza
de las mujeres
Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día
pero naturalmente más allá de la muerte.

Enrique Lihn (Chile, 1929 – 1988)

miércoles, 25 de marzo de 2015

Omar Khayyam. III. Ayer, hoy, mañana.

Laila y Majnun en la escuela
Miniatura del manuscrito Khamsa de Nizami
Museo Británico, Londres, Reino Unido.

27
A aquellos que en el hoy aguardan su ventura,
y a los que en el mañana fijaron su esperanza,
un muezín les grita desde la Torre Oscura:
-«¡Locos! ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!»

28
En sueños, otra voz, que me repite, advierto:
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
-«La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto».

29
Y los santos, y sabios, y rígidos ascetas
que de ambos universos el estudio agotaron,
son arrojados fuera como locos profetas,
sus bocas y palabras del mismo polvo prietas.

30
¡Oh! cuando yo fui joven ávido he frecuentado
los santos y doctores, y oí cosas sublimes
sobre esto y sobre aquello: mas siempre me ha pasado
volverme por la puerta por donde había entrado.

31
Yo he sembrado semilla de aquel saber arcano,
y la ayudó a crecer la labor de mi mano:
y ésta fue mi cosecha: -«yo vine como el agua,
y me voy de este mundo como va el viento vano».

32
Llegado a este Universo el porqué ignorando
y el de dónde, como agua que, quiera o no quiera, corre,
salgo de él como el viento que el desierto cruzando,
sin saber hacia donde, quiera o no sigue andando.

33
¿Y qué, y así me traen desde un donde cualquiera
y desde aquí hacia allá, sin pulsar mi albedrío?
¡Si el cielo, al menos, darnos siempre el vino quisiera,
que ahogue este recuerdo que la mente lacera!

Omar Khayyam (Persia, 1048 – 1131)

martes, 24 de marzo de 2015

Francisco de Quevedo. Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a Don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares, en su Valimiento. (Fragmento)

Diego Velázquez
El triunfo de Baco
Óleo sobre lienzo
Museo El Prado, Madrid, España.

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy sin miedo que libre escandalice
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice...

En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
que es la lengua la verdad de Dios severo
y la lengua de Dios nunca fue muda.

Francisco de Quevedo (España, 1580 – 1645)

lunes, 23 de marzo de 2015

José Ángel Valente. El vuelo.

Hamgober
Henri de Toulouse-Lautrec
Óleo y tinta sobre lienzo
Fogg Art Museum, Cambridge, Estados Unidos

Ahora no tienes, corazón, el vuelo...
Ahora no tienes, corazón, el vuelo 
que te llevaba a las más altas cumbres. 

Lates, reptante, entre las hojas secas 
del amarillo otoño. 

¿Y hasta cuándo en la secreta larva de ti? 

¿Volverás a nacer en la mañana, 
a respirar la frialdad del aire 
donde hay un pájaro? 
                                              ¿Lo oyes? 

Canta arriba, en las cimas, 
como tú, como entonces. 

Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro. 

Al pájaro que fuiste dedicas este canto. 

José Ángel Valente (España, 1929 – 2000)

domingo, 22 de marzo de 2015

Carlos Oquendo de Amat. Poema surrealista del elefante y del canto.

Un elefante suelto en Italia
Pilar Sala
Argentina

Los elefantes ortopédicos al comienzo se volverán manzanas constantemente
Porque los aviadores aman las ciudades encendidas como flores
Música entretejida en los abrigos de invierno
Tu boca surtidor de ademanes ascendentes
Palmeras cálidas alrededor de tu palabra itinerario de viajes fáciles
Tómame como las violetas abiertas al sol.

Carlos Oquendo de Amat (Perú, 1905 – 1936)

sábado, 21 de marzo de 2015

Óscar Castro Zúñiga. Poema de la Tierra.

Campo chileno
Rosmari Valdés Guaschino
Chile

1

Tierra, como si fueras mi corazón, te quiero,
Para decir tu salmo sobre ti me levanto
Alzo la frente, pero mis pies en ti reposan
Soy el tallo moreno en la espiga del canto.

Tierra de los viñedos, tierra de los maizales
rientes y jocundos, ancha tierra del campo,
para apretarte toda contra mi pecho duro
alargaría en ríos melodiosos mis brazos.

Prolongación de ti, todavía conserva
tu morena humedad este vaso de arcilla.
Si el corazón desnudo cayera en cualquier surco,
te enjoyaría toda de rosas purpurinas.

Tierra mía, mi tierra con olor a vendimias,
sabor del fruto dulce y del agua que bebo,
el día en que tu entraña me recoja y me absorba,
te habré devuelto sólo todo lo que te debo.

2

Tierra humilde y reseca del patio de la casa
Pintada por la sombra de movedizas parras
Tierra sin horizontes, heredad que termina
Junto a la vertical tierra de las murallas.

El sol se acuesta en ella, como un perro, a la siesta
La luna le derrama sus linos y sus platas
Grises guijarros duermen junto a sus partiduras
Sobre su rostro caen hojas y sombras de alas.

Dura como las manos del destino y la angustia
Y en la actitud divina del que sufre y se calla,
Debe sentirse, cuando maduran los luceros
Fondo del pozo de la noche milenaria.

3

Tierra de los caminos del mundo entero.
Tierra hollada por las bestias grises y por los hombres
Tierra por donde pasa la cosecha olorosa.
Polvo que va marcando la angustia de los pobres.

Franja de tierra, única de todos en el mundo,
siempre abierta y leal como una mano buena.
Predio de los poetas y de los vagabundos
que no tienen "en dónde reclinar la cabeza".

Yo me arrodillaría, y para darle sombra,
plantaría en su orilla mi huerto de poemas:
pasarían los hombres, cogerían las flores
y las irían, luego, deshojando en la tierra.

Yo, que nací desnudo y que nunca he tenido
más que un surco de angustia y un sembrado de estrellas
pienso que si no hubiera caminos polvorosos,
no habría poseído ni una cosa en la tierra.

La codicia del hombre desdeñó los caminos.
Pueden pasar por ellos, enemigos y hermanos.
Ah, si la tierra entera fuese un camino inmenso,
todos podrían ir cogidos de la mano!

4

Bajo el asfalto duro de las ciudades duermes,
Escondida del sol y lejana del viento,
Tierra de las ciudades, te vendaron los ojos
Para que no miraras la sonrisa del cielo.

Sufres por los trigales que no fructificaron,
Deslumbrados de sol, sobre tu techo inmenso.
Y te clavan la entraña dolorosa y mordida,
Los tallos sin raíces de los postes eléctricos.

Tierra mía, los hombres te olvidaron. No sienten
Tu temblor en el surco, tu fragancia en el viento.
Y ni siquiera puedes besarles las rodillas:
Entre ellos y tú, está la losa de los tiempos.

Yo sentiré por todos. Me tenderé de bruces,
Hasta que me perfumes la sangre y el aliento.
¿En qué rincón humilde florecerá un rosal,
cuando tú seas toda de asfalto y de cemento?

5

Tanta sangre caída sobre la tierra. Tanta
Vida segada cuando su aurora comenzaba.
Todo por el anhelo de poseer la tierra
Y de alzar en la tierra fronteras y murallas.

Tierra escupida de blasfemias y sollozos,
De polvera y de sangre, tierra de las batallas,
Después que te mordieron y te desmantelaron
¿Cómo podrá tu entraña florecer rosas blancas?

Las manos de los muertos, las bocas de los muertos,
Se apegaron a ti, sangrientas y crispadas.
Te cubrieron entera de huesos y cenizas,
Te quemaron los bosques, te enturbiaron las aguas.

Y tú, piadosamente, recogiste la sangre
Para elevarla al sol, dulce y purificada.
¡oh, melodioso viaje de la sabia en los troncos,
Rumbo al retoño niño o la flor deslumbrada!

Yo no sé qué designio preside tus alquimias.
Luchan por ti los hombres, tierra de las batallas.
Lucha, y no comprenden que cuando a ti se fundan,
Te las entregaras, morena y perfumada.

6

Tierra los ojos y las manos,
húmeda tierra el corazón,
tierra la carne de la amada,
tierra fragante la canción.

Tierra los cuerpos en la cópula,
enceguecidos de hambre y sol:
tierra sufriente y dolorosa,
tierra con sangre de Dios.

Solloza el mundo en nuestra tierra,
y las estrellas, y la flor,
y la palabra de los vientos
y todo rosal interior.

Y esta tierra con que sufrimos,
nos impide toda ascensión,
y toda ala caída en tierra
se nos pudre en el corazón.

Tierra las manos de la amada,
tierra su cuerpo de alba y sol,
tierra sus ojos dolorosos,
temblor de tierra su temblor

en el instante del vencimiento,
tierra otoñal su extenuación.
¿Será de tierra el pensamiento
y será tierra la emoción?

Óscar Castro Zúñiga (Chile, 1910 – 1947)


viernes, 20 de marzo de 2015

Matsúo Bashó. Haikús de otoño.


Grulla
Ogata Kōrin
Biombo (temple de cola y pan de oro sobre papel)
Museo de Arte Seikado Bunko, Tokio, Japón.

llega el otoño
el mar y el campo tienen
el mismo verde



yo me pregunto
avanzado el otoño,
que hará el vecino



plenilunio de otoño;
paseo en torno al estanque
toda la noche



sobre la rama seca
un cuervo se ha posado:
tarde de otoño.


Matsúo Bashó (Japón, 1644 – 1694)



jueves, 19 de marzo de 2015

Gabriela Mistral. Besos.

El beso
Gustav Klimt
Óleo sobre tela
Österreichische Galerie Belvedere, Viena, Austria.

Hay besos que pronuncian por sí solos 
la sentencia de amor condenatoria, 
hay besos que se dan con la mirada 
hay besos que se dan con la memoria. 


Hay besos silenciosos, besos nobles 
hay besos enigmáticos, sinceros 
hay besos que se dan sólo las almas 
hay besos por prohibidos, verdaderos. 


Hay besos que calcinan y que hieren, 
hay besos que arrebatan los sentidos, 
hay besos misteriosos que han dejado 
mil sueños errantes y perdidos. 


Hay besos problemáticos que encierran 
una clave que nadie ha descifrado, 
hay besos que engendran la tragedia 
cuantas rosas en broche han deshojado. 


Hay besos perfumados, besos tibios 
que palpitan en íntimos anhelos, 
hay besos que en los labios dejan huellas 
como un campo de sol entre dos hielos. 


Hay besos que parecen azucenas 
por sublimes, ingenuos y por puros, 
hay besos traicioneros y cobardes, 
hay besos maldecidos y perjuros. 


Judas besa a Jesús y deja impresa 
en su rostro de Dios, la felonía, 
mientras la Magdalena con sus besos 
fortifica piadosa su agonía. 


Desde entonces en los besos palpita 
el amor, la traición y los dolores, 
en las bodas humanas se parecen 
a la brisa que juega con las flores. 


Hay besos que producen desvaríos 
de amorosa pasión ardiente y loca, 
tú los conoces bien son besos míos 
inventados por mí, para tu boca. 


Besos de llama que en rastro impreso 
llevan los surcos de un amor vedado, 
besos de tempestad, salvajes besos 
que solo nuestros labios han probado. 


¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; 
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos 
y en los espasmos de emoción terrible, 
llenáronse de lágrimas tus ojos. 


¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso 
te vi celoso imaginando agravios, 
te suspendí en mis brazos... vibró un beso, 
y qué viste después...? Sangre en mis labios. 


Yo te enseñé a besar: los besos fríos 
son de impasible corazón de roca, 
yo te enseñé a besar con besos míos 
inventados por mí, para tu boca.


Gabriela Mistral (Chile, 1889 - 1957)


1945